¿Qué quieres ser de grande?

¿Qué quieres ser de grande?

12 mayo, 2020 Desactivado Por Rosa María Quesada

Dicen que este momento de encierro es perfecto para reordenar nuestro rumbo y decidir a dónde queremos dirigirnos.  En ésas estoy, pero todavía no decido completamente.  Mientras tanto, para inspirarme, inspirarnos, he decidido compartir algunas historias REALES   de personas que conozco de primera mano que un día decidieron darle una vuelta al timón y empezar un nuevo sendero. 

Érase que se era un vendedor de esferas que decidió tomar cursos de astronomía, y a partir de ellos convertirse divulgador de la ciencia.  Érase que se era una  ultra joven damisela  en un pequeño pueblo del Bajío esperando en la terminal por el hombre que la rescatara de su hastío. Y aquí tienen que el divulgador decidió salvarla,  dejar su tienda, su ciudad, todo lo conocido, y empezar de ceros, en el centro de la República, allá donde las tunas se dan por toneladas.

He aquí también una maestra de maestras, una lectora que hipnotiza, una verdera gurú de la narración.  Y después de contar historia tras historia, cuento tras cuento, decidió seguir su propia estrella, dejar los libros para que otros los descubrieran y empezar a hablar con las abejas.  Ahora hace rituales que la acercan a la madre naturaleza, y enseña a su hijo- por cierto, llegado  de manera sorpresiva  y extraoficial- a hacer florecer las mitologías griegas en el Paraíso de América.

Un día, el peluquero de mi colonia me contó cómo se inició en el arte de cortar el cabello:  “Muy fácil”, me dijo: “El día que cumplí cuarenta años el jefe del despacho de contadores me dijo que a esa edad uno ya no es tan capaz de seguir entregando cuentas exactas que se realizan a las tres de la mañana todos los meses en épocas de cierre.  Me dio mi liquidación y me mandó a la calle.  Y entonces decidí hacer realidad mi sueño”.

Una amiga fue educada en un pueblito lindísimo de un país andino.  Sus papás tenían dinero, así que la mandaron a educarse al mejor colegio del lugar.  Aprendió inglés, para después convertirse en secretaria, mientras encontraba un buen partido, como lo esperaban sus padres.  Se casó, tuvo tres hijos, pero no podía mantener su espíritu quieto.  Estudió arquitectura, pero su cuerpo no podía moverse, estaba comprometido con su familia. Hasta que fue él el que decidió retirarse.  Entonces se quitó el anillo, pero siguió en su puesto de madre abnegada unos diez años más,  esperando a que sus hijos pudieran  valerse por sí mismos. A los 45 años salió por primera vez de su país, a conocer tierras lejanas.  Desde entonces ha trabajado por diez años de sur a norte del continente americano y de este a oeste del asiático.  Y si no fuera porque esta pandemia le ha tocado el botón de la melancolía y las ganas de ver a su madre y sus hijos, seguro estaría visitándonos una vez más, con su alegre sonrisa y su bolsa llena  de cuñapés para compartir.

Otro joven trovador estaba ganando muy bien en una agencia de publicidad contratando edecanes, pero algo le sacaba chispas:  tenía que elegir las edecanes según su figura, según su sonrisa. ¿Quién vendería más?¿Quién se vendería más? Decidió que eso de ser juez de a  lo “Miss Universo” no era para él.  Dejó todo, y todavía con dos hijos chiquitos y una exigente esposa que alimentar, se aventó la puntada de iniciar su propia consultoría de cursos para mejorar las relaciones humanas.  Y, creo, es mucho más feliz siendo un saltimbanqui de la incertidumbre que un godín con sueldo fijo.

Es más natural seguir los pasos de los que nos precedieron,  hacer lo que sugieren los instructivos.  Es más arriesgado emprender  caminos nuevos, tomar el machete y cortar maleza para establecer rutas que no existían. Más confortable, más cansado, más seguro, más acogedor, más audaz….¿sabremos alguna vez, antes de tomar un sendero, cuál es el mejor?¿Y después?   Lo cierto es que el único camino real es el tomado, los demás, meras ilusiones.

 ¿Alcanzaremos la meta? ¿Cuál  camino nos divertirá  más?¿Cuál nos llevará directito al éxito?  ¿Cuál a la felicidad?  ¿Y si el camino ya trazado es el que nosotros queríamos, por eso es menos genuino?¿Sólo los caminos originales son auténticos?……

Me despido… sin respuestas.  Buena suerte, viajeros.  Y que, como dicen los irlandeses, los vientos siempre soplen  a su favor.

Rosa María Quesada

Columna

Pedagoga mexicana interesada en la literatura como forma de crecimiento.

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