¿Día del padre?

¿Día del padre?

21 junio, 2020 Desactivado Por cinque -

Tener objetivos es importante.  Y cuando uno está encerrado y parece que los días son todos iguales, aún más.  A mí me gusta tener esta columna como ‘responsabilidad’, porque me obliga a escribir.  Es curioso que algo que nos gusta lo dejemos para el final o para después.  De esta manera, los lunes tengo que decidir el tema para la columna. 

Esta semana pensé que definitivamente no escribiría del Día del Padre.  En primer lugar, porque no me gusta celebrar estas fechas iguales para todos. Y en segundo, pues ya no está aquí mi papá.  Entonces, me da igual si se festeja este domingo, o si la Sheinbaum dice que se festeje en agosto.  Total, a mí me da igual. 

También desde el lunes recibí una invitación a una cata.  Mi amiga Male nos mandaría a todas unas botellas para probar bajo la dirección de un amigo suyo, Arturo Bodenstedt, quien está probando cómo hacer catas en una modalidad virtual.  “Generosa Male, como siempre”, pensé.  Así pareciera ser su naturaleza.  A pesar de que se cree ‘Maléfica’ siempre está viendo cómo ayuda.  Todas las del grupo recibimos 3 botellas individuales y algunos extras deliciosos para degustar el vino y aprender a distinguir y saborear.  Todo un combo de ganar-ganar.  Le ayudó a Arturo a darse a conocer, nos apapachó a nosotros y, además, nos “forzó” a tener el placer de juntarnos (algo que suele ser difícil por las actividades de cada quien), y a disfrutar.

Así que me quedé pensando si hablar de la generosidad es un buen tema.  ¿A quién más admiro yo primordialmente por su generosidad? A mi prima Lucy, por ejemplo, quien siempre da a manos llenas, se trate de invitarte a su casa, de dar cada que tiene la oportunidad y hasta de lo que a mí me ha parecido una dificultad de vida:  aceptar y ceder el primer lugar en jerarquía de hermanas, sin chistar. 

Cuando hablamos de generosidad, pareciera que tuviera que ser volcada hacia los más necesitados o hacia los más pobres para ser grandemente valorado.  Pero personalmente creo que tiene igual de valor quien dona su tiempo o su dinero a organizaciones necesitadas o a individuos que lo necesitan indudablemente, que quien lo hace hacia quien tiene cerca y utiliza esto para demostrar cariño.  Y creo que no importan las razones, mientras se esté dando.  ¿Qué importa si no es 100% altruista?  ¿Y qué si con ese gesto se gana el cariño o la admiración de alguien? 

Y sigo pensando en gente generosa… con sus conocimientos, por ejemplo.  Hay mucha gente que admiro por intentar compartir su pasión… por los libros (como mi hermana), por su alegría (como mi tía Piña), por sus recetas (como mi abuelita), por su cultura (como mi tía Aurea), y un largo etcétera.

Y aquí voy.  Por más que no quiero hablar del Día del Padre, no puedo dejar de mencionar a mi papá.  Una persona altamente generosa.  Generosa en chistes, en su necesidad de tener mucha comida cuando invitaban a alguien a casa, en sus regalos.  Sus regalos siempre eran espectaculares.  Le encantaba agradar y buscaba eso que te iba a encantar:  desde un Snoopy ¡de mi tamaño!, un cuarto independiente para mi hermana y hasta un cachorro para su hijo.  Claro que mi mamá siempre fue su cómplice teniendo cada quien un rol:  él en lo vasto, ella en el detalle. 

Los Reyes Magos siempre fueron espectacularmente generosos con nosotros.  Hubo una vez,  incluso, que nos llegaron hasta regalos de más.  Dos bicicletas para nuestros vecinos.  Atravesaban ellos por una crisis importante y seguro mis papás no quisieron que se quedaran sin regalos.  Yo lo agradecí enormemente y fue una enseñanza importante.

Cuando a nadie le importaba todavía lo ecológico, mi papá mandó a hacer bolsitas para llevar en el coche y no tirar la basura en la calle (algo muy común en ese tiempo).  No tenía ninguna publicidad ni ganancia alguna; sólo las regalaba para ayudar al planeta.  Lo mismo sucedió cuando luchó incansablemente para arreglar el Acueducto de la colonia; o, desde que llegamos a vivir ahí, regalándole a todos los vecinos, un Laurel de la India para que la calle se viera bonita. 

Recuerdo que de adolescente, al haber tenido que ir a algún velorio llegué a pensar que cuando mi papá muriera, seguro iba a ser difícil que la gente que fuera a acompañarnos cupiera, porque todos lo querían.  Y no me equivoqué.  Incluso ayer, que felicité al papá de mis hijos, me contestó “He intentado ser un poco como tu papá”. 

Y es que mi papá, Eduardo Quesada Vieyra, fue generoso en risas, en abrazos, en palabras (porque eso sí, todos recibimos muuuchos rollos), en consejos, en cuidado y, sobre todo, en amor. 

cinque

Columna

psicoterapeuta | corredora empedernida | apasionada por los vínculos, la buena música y la escritura | mamá de 2 | aprendiz de lo posible y de lo imposible

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