Nos vale madre

Nos vale madre

13 abril, 2020 Desactivado Por Rogelio Castro-Hernandez

Hace poco tiempo, en el podcast de NPI platicamos sobre algo llamado “Fenomenología del relajo”, término creado por Jorge Portilla, escritor mexicano autor del ensayo del mismo nombre [1966] y miembro de un grupo de literatos autodenominado Los Hiperiores. En su libro, Portilla trata de llegar al fondo de las razones de una característica endémica de los mexicanos: todo, sin remedio, absolutamente todo se nos resbala. Influenciado por las llamadas “Filosofías del compromiso” (sobre todo por el existencialismo de Jean Paul Sartre), Portilla y otros autores sesenteros (Octavio Paz en “El Laberinto de la soledad”, por ejemplo) trataron de entender a los mexicanos y a lo mexicano. Hurgaron en cuestiones como el mestizaje, la herencia prehispánica o nuestro eterno sentimiento de ser dominados. No encontraron una causa definitiva como tal, pero al menos Portilla si llegó a una conclusión: los mexicanos somos como somos básicamente por una  razón simple : Absolutamente todo nos vale.

Salvo nuestras propias pertenencias, nada nos importa. Para entender y comprometernos con algo, nuestro proceso nacional es quitarle seriedad, sustancia y peso, matizarlo con el relajo propio de cada uno y entonces asumimos las causas y consecuencias.

“Comprender el relajo, esa forma de burla colectiva, reiterada y a veces estruendosa que surge esporádicamente en la vida diaria de nuestro país” es básica para Portilla, porque “una forma de conciencia tan incidental y pasajera como la burla o la risa puede servir de clave para comprender los rasgos esenciales de la condición humana o para penetrar en la estructura espiritual de un pueblo”, dice Portilla en su ensayo.

Dicho en términos mucho más simples – y más mexicanos, que caray – nos vale madre. Todo. Nada ni nadie se salva. Es uso y costumbre.

En 1984 ocurrió la tragedia de San Juan Ixhuatepec (San Juanico para los cuates): la explosión de una planta de distribución de gas hizo mil pedazos y cenizas a casas, animales y humanos en dos kilómetros a la redonda, y un año después, el terremoto de septiembre de 1985 con la triste memoria que muchos tenemos aún. En ambos casos, a los pocos días, ya circulaban de boca en boca chistes que iban desde lo inocente hasta lo cruel:
–       Va a haber un partido de fútbol entre Los Dorados de San Juanico y Los Pípilas del DF
–       Como los de San Juanico no nos invitaron a su reventón, nosotros no los invitamos a nuestra movida.
–       Los Reyes Magos no traerán nada este año porque dejamos todo tirado.

En ese tono pasamos las cosas. Desde malos gobiernos hasta mundiales de fútbol (inevitablemente fallidos para México) son pretextos perfectos para generar el comentario irónico, la metáfora que da risa, el sarcasmo más ácido o la burla más cruel. Así vivimos cada día en el trabajo, con la familia, entre amigos. Ni se diga ante una autoridad. Tragedias y glorias pasan por el mismo filtro.
Por supuesto, la primera pandemia del siglo XXI no podría desperdiciarse: con el impulso irresistible (e inevitable) de las redes sociales, cada día y cada hora hay nuevos memes, videos cortos, gifs, publicaciones y más con el coronavirus como pretexto: programas de un supuesto “concierto de cuarentena” en el que participan solo cantantes muertos, invitaciones a salir a la calle si te gusta el reguetón, mil y una formas ociosas de pasar el encierro, alusiones a políticos, negros de traje cargando ataúdes a ritmos diferentes…

– “El coronavirus nos la pela”, dice un hombre que carga bultos en un mercado.

  • “Naahhh… eso no es cierto… ¿conoces a alguien que esté enfermo?” dice un vecino que maneja un taxi del aeropuerto.
  • En un parque cercano veo a una familia de ocho integrantes, niños incluidos, pasear y jugar indiferentes. El padre y la madre visten uniformes de enfermeros del IMSS.

Será tal vez que necesitamos de bromas, burlas, chistes y relajo para hacer más llevadera y satisfactoria cualquier situación. Nos burlamos de lo que les pasa a otros y de lo que nos pasa a nosotros mismos. La desgracia propia o ajena es siempre útil para esto que hacemos los mexicanos. Tal vez nos evadimos.

O tal vez hemos encontrado la fórmula para que todo, absolutamente todo nos haga absolutamente nada.

Rogelio

Rogelio Castro-Hernández

Columna

Rogelio es colaborador de NPI desde su fundación hace en 2015. Participa en el Podcast de manera regular y nos comparte su columna todos los lunes.

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